Gustavo Salazar A
La ira del cielo no es otra,
es la amargura de ver en sus aves
el desdoro de sus alas, rotas,
que reta la fortaleza de la Roca.
Nubes de fuego y vientos con saña
azotan sin misericordia la ciudad,
llanto que en siglos no acaba,
apaga el alma de madres en soledad.
La ausencia puebla las casas de fantasmas;
torna intensa la furia de los rayos
la alabanza del brillo que deslumbra;
al Señor es la ofensa con bronces y bisutería;
luz del camino, dicen, Él ya no alumbra,
aunque arda sin fin la tierra por tal herejía.
miércoles, 1 de junio de 2011
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