Gustavo Salazar A.
Doña Malosa era madurita,
muy trabajadora pero no ricachona
que se armó de un amor sincero
de dinero ceros, y luego
de un benefactor de alto pedorraje
que la impulsa a la sociedad perrona.
Ya trepada en esos estrados
doña Malosa escala con rapidez;
en la escuela de La Rapiña apaña
el doctorado “Estorba la honradez”,
y a patadas al marido echa al traspatio
con el estigma de mojigato.
La metamorfosis es bien notoria
en joyas, bienes y viajes;
desecha cuaternario vestuario
y cambia los socorridos tacos
por ricos platos según sabor a gloria.
Pero la doña tiene sus penas
y no son las de rendir cuentas a Dios
o a ley terrena, que le son indiferentes
porque adula a los gerentes.
Las restiradas de cara tampoco son nada;
las suyas son penas mayores.
De La Inevitable se trata, de esa que no
perdona y nos convierte en festín
de gusanos glotones, sus temores.
martes, 26 de enero de 2010
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1 comentario:
Algo bizarro, guarro, mojigato, pero muchas veces real...
Saludos
fer
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