Gustavo Salazar A
Con una aureola de oro y diamantes
doña Gloria desde Acapulco
al Congreso llega con la bandera
de honesta y brillante.
Con más ínfulas que ganas de honrar
su nombre, en Sedesol su blanco son
los estudiantes y las maduritas,
una pizcacha les regatea;
en venganza le propinan un moquete:
la mataviejitas.
Con esa fama regresa al mar,
quiere ser la capitana
en el servicio a los demás sin tacha;
prenda de alma buena que en la costera
un descalabro la espera.
Surca aguas turbias con férrea mirada
sin divisar un huracán en la elección:
la despedaza y el alma le desparrama
un domingo de tricolor resurrección.
Capitana de quebrantos, a los lejos
vislumbra de México el Congreso;
exhausta regadera como balneario
de pobres en primavera queda.
Persiste en su suerte huraña,
al untar sebo a resbaloso piso
sale rauda de donde recién llega:
sólo por no apañar
las talegas del Seguro Popular.
domingo, 7 de marzo de 2010
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