Gustavo Salazar A
Astillas en hilacho de alma,
no hielo de ardiente frío
pasma la cara.
La desfigura el dolor
en marasmo de calosfrío
y el azul de los rayos.
En trapecios de baba
la gusanera se mece
en piscinas de pus.
En seda se afana
vestir de alegres aires
el flamante retrato,
en vano:
cascadas de estiércol
en sus entrañas.
Caverna brutal
sin descanso,
la frente desagüe.
En cada palabra, en cada gesto
y en apuro del paso lento,
escurre ocre de alma,
voluminosa marca.
Éxtasis al reciclarse
el rencuentro de sí mismo,
confundido en valía
de ropas y aromas,
esencia de quien la porta;
del corazón la derrota.
martes, 20 de diciembre de 2011
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