Gustavo Salazar A
Con sus ochenta y siete años
las arrugas bien encima,
la buena madrina Antonieta
aún conserva filosa
y presta la viperina,
para alegrar de la vida
lo aburrido de la fiesta.
Ella nunca se entromete
en asuntos que no le conciernen,
de honras y penas se limita
a dar fe, es diferente;
resguardar en la memoria
lo dulce y lo amargo, gloria,
huellas de lo humano, gusta.
La boca le quema,
la lengua entrena
y escupe espinos
para infringir muerte moral
a los ariscos vecinos
que despavoridos huyen
del clamor sin cesar
de su cartera voraz..
Tan salvajes mordiscos,
elogios cadena de ponzoña
a sus amistades en ausencia,
la entrañable madrina
concluye solemne y sabia:
¡Cada quien su vida!
jueves, 10 de junio de 2010
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