domingo, 5 de julio de 2009

Fin de fiesta

A Leoncio Domínguez Covarrubias

Gustavo Salazar A
De sopetón, una madrugada te marchaste así,
tu cuerpo, estremeciéndose, enloqueció,
y extraviada lo que era en ti franca mirada,
yacía en el suelo, inconmovible.

Tu silencio qué decía.
¿Eras lamento? o la angustia estalló tu pecho.
Tu risa congelada era silencio de libertad.

De qué hablaremos esta larga tarde, estimado Leoncio.
De rock, por supuesto. También de la Sonora Santanera
y de las cantinas que la “modernidad” arrastró al cesto
de la nostalgia, y como botana, de grilla.

De tus afanes por la democracia,
de los nuevos tiranos, de los ciudadanos dueños y
en su boato regodeados en escalar desde su partido
el cielo, para escriturarlo a nombre de ellos.

En qué no andan tus incansables fatigados pasos.
En organizaciones varias empeñas tu causa:
aquí y allá y hasta en el más allá seguirás
luchando por la democracia, abrumado por el tiempo
que de tus manos derrama.

Digamos ¡Salud!
y de Los versos del Capitán de Neruda
unas líneas cita para deleite del barullo:
Qué más pueden decirte?
No soy bueno ni malo sino un hombre
”.

Que si duele tu ausencia, preguntas.
Claro, como todas las partidas abruptas.
Pero acallemos ese pesar con la gula,
que en platones reposa su próximo martirio.
Vaciemos las botellas y naveguemos felices
por esos sagrados caudales, en viaje de los amigos
al corazón, y triunfe siempre a perpetuidad,
en la convivencia tu ácido humor y la alegría.

Cierto, la moderación reñía tus planes porque jamás
te enamoraste de ti, a caza no andabas de la eterna
juventud, menos en salvar tu alma arropándola
en holgada y blanca túnica, eso ridiculizabas
con una simple y contundente línea
en fin de fiesta como hoy:
Del polvo vengo y al polvo voy.

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