miércoles, 27 de abril de 2011

Él, la mano amiga

Gustavo Salazar A

Intangible tu ser, más que roble
es tu presencia en los que te aman;
tu mano, presta y generosa no escatima
en cada instante en nosotros tus dones
de amor, sanidad y abundancia;
se palpan tus coronas.

Omiso a tu Palabra vagaba yo
como perro en extravío;
con la soberbia hasta en el calzado
para engalanar las uñas,
sin importar que sus manos
metan las pezuñas en la luna
para regocijo del ego,
reflejo de lo frágil de mi espejo.

Tanto fue el embeleso mío
que me condujo a enaltecer
la tecnología como moderna divinidad,
portadora de nueva vida,
acceso al paraíso digital.
En esa vía llega la terrible caída,
sin que el calzado orgulloso
evitara el fondo del pozo;
ni las mil maravillas ni las medallas
en las calles ganadas
me rescatan ni curan las profundas heridas;
sólo Él con su mano amiga,
a todas horas dispuesta, siempre benigna,
nunca a nadie olvida.

martes, 26 de abril de 2011

Derroche de amor

Gustavo Salazar A

Arropado con palomas y amor,
una noche que el camino ilumina
como nueva vida la estrella,
lejos de la casa paterna
en humilde cuna naciste;
honra y gloria del Resplandor.

Tu grandiosa sencillez no es de otra
sino de poderoso príncipe de paz;
con tu mano siembras dichas
y con la mirada irradias calma y sanas;
pan de almas ávidas de libertad.

De prodigios tu reposado paso,
mas espinas siempre en vano pinchan
tu gloria, Dios del protagonismo;
en el sacrificio el primero eres,
y en los pecados de todos, el perdón.

La Cruz tornas en derroche de amor
en un mundo que su salvación escupe,
deslumbrado por esos que pretenden
asaltar al mismo Dios del cielo,
con la imagen de Jesús en una mano
y en la otra el botín del averno.

sábado, 23 de abril de 2011

Oros de la desgracia

Gustavo Salazar A

De esos corazones huraños
a la sonrisa del alma,
de esos rostros festivos de males
brote la restauradora sangre
y desborde al mundo con fervor
en el servicio del otro yo,
sin importar color ni linaje,
que somos iguales ante el Señor;
de justos y pecadores es la división.

No sirvo para vivir
si por servir en codicia vivo;
no sirvo si de lágrimas ajenas
manan mis ufanas vanidades,
en otros duras penas;
las colecciono como preseas,
son el pan y sal de pobres
que arrebaté en batallas glotonas,
sin pizca de resquemores.

Que honra puede valer en mi gula
el resplandor si al olvido hiero con furia,
si obeso gasto el vientre en miserias
y lamiendo a diario me tienen
mis vanas glorias.
Y me jaco de mi gracia
cual Judas que en la cruz
cuelga al padre Jesús
por más oros de la desgracia.

domingo, 17 de abril de 2011

Mi Dios del consuelo

Gustavo Salazar A

En la turbación total de mis sentidos,
en lo más negro de la sima,
o con la cara al sol, espectro soy;
anonadado en ese agobio infernal
como cuando todo está perdido,
llegas Tú y me rescatas, Salvador,
benigno eres en los afligidos.

De mis años perdí la huella,
si pocos o muchos, no sé cuantos, qué importa,
evaporan como de botella agua que no restaura;
tristes de largo pasan con llagas de fuego
en los labios mojados con gotas amargas,
como árida tierra que llora sin lágrimas;
rala de pastos, asa mis penas.

Con la arrogancia en el caño abatida,
en la zozobra se humillan mis ojos altivos;
clamo con gritos ahogados al cielo,
se apiada de mis plegarias
y en las palmas de sus manos voy;
mudo a vida nueva con Él, refugio de mi alma;
alivio me regala mi Dios del consuelo.

domingo, 10 de abril de 2011

María Madre mía

Gustavo Salazar A

María Madre mía siempre,
cuánto sufres, cuántas veces
del dolor falleces,
paso a paso cerca de Jesús, tu Hijo,
Dios de la obediencia,
Dios del amor,
en el suplicio de la Pasión:
Calvario y agonía y de entre
los muertos, resurrección,
honra y gloria del Señor.

Incontables son las muertes
crueles que padeces,
María Madre en la despiadada
vejación al Hijo de Dios;
tus sollozos y lágrimas de sangre
colman tierra y Cielo;
del Padre fue la voluntad
de muerte y gloria
de Jesús en la Cruz,
del pecador redención.

Tú también Madre,
desde tu regazo con devoción
arrastras la cruz
y caminas plena de luz;
tú también resbalas,
caes bajo el peso del madero,
del ultraje y las afrentas;
impotente para socorrer a tu hijo,
sediento de salvar más almas,
en la resurrección lo rescatas.