jueves, 26 de julio de 2012

Cruces de seda

Gustavo Salazar A

Si ellos roban,
por qué nosotros no,
dice la jefa a subalterna,
socia en pellizco al erario,
al tiempo que juguetea
con mano diestra el Rosario.
No me aparto de él –explica-,
así Dios mis largas manos no vea,
de lo contrario,
mil pesos la penitencia,
tres Horas Santas,
cinco tandas de golpes
en mi hambriento pecho
y al sacerdote unos güisquis
para que se le baje…sí, el coraje.



De esas travesuras al presupuesto,
a sus amigas de copas y cartas
revela que de vez en cuando
los milagros le alegran la vida
sin necesidad de rezos y santos.
Le pegué un mordisquito al erario,
como cada rato mi jefa
y la jefa de mi jefa y así hasta arriba,
para una obra pía:
una alberquita en mi choza,
pero cuando me tiré un clavado
el día de la presumida,
casi muero, quedé mermelada:
¡era letrina!
y en lugar de la manta
que alababa el diseño,
una espada de fuego había:
tú rico postre, cariño,
y ya no insultes al Cielo
adornada con cruces de seda
y cara de estreñida en desvelo.

miércoles, 25 de julio de 2012

Triste Alegría

Gustavo Salazar A

La casa está triste,
su alma desierta
y con hambre;
así haya voces, así haya risas,
en cualquier rincón
de sí misma el fastidio.
Su monotonía se escurre
como de una cara
sin gestos, sin gustos,
igual que de los años los días
en un corazón vacío,

de lágrimas sin rictus.
La abruma, la entume el frío.

En lo sombrío del jardín
adormilada ve qué pasa,
si ya acaba el festín
de obesos y de esos sordos
en su interminable lucha
contra el sueño eterno.
Por lo pronto,
añicos el espejo,
siempre claridoso,
libre en su reflejo.
Porque de esos cadáveres
de millones en las venas,
la alegría es triste,
infinitamente huraña,
sin sombra, pálida siquiera,
pero tampoco sin mañana.


domingo, 22 de julio de 2012

Gloria a la concordia

Gustavo Salazar A.

Olas que levantan sus alas
en busca de besos del cielo,
a cálida arena y a rocas sus aguas
como caricias el calor les calma,
y traviesas salpican gotas
en espesos plumajes
de festivas gaviotas,
del mar y cielo sus vuelos.

Aguas que claman fundirse
en los brazos serenos
del Alto cielo sin retraso,
y al sol refrescar
de las faenas de sus lazos,
en hombres que tornan la pena
y el trabajo en fortaleza,
manantial de amor,
estéril la amargura, vida plena

La fuerza y la paz
tributan gloria a la concordia,
despojadas de egos,
canto de victoria;
pequeños y de lodo,
en castillos de arena
los hombres cimentan
en sangre y ofensas su morada;
esfuerzo vano construir en cristal,
mortales al fin, volvemos a la nada.

domingo, 15 de julio de 2012

El rencor

Gustavo Salazar A


En cada palabra que del pecho me estalla
en mi cuerpo es veneno
si no llora sangre aquel,
no sé quién es, ni importa,
si en perturbar de otros la paz
profesional soy;
la ahuyento, fantasma en la casa.
Contra todos todos, como riña en burdel.


El vals de los filos, siempre puntual,
de fiesta su brillo, al semejante el mal,
también soy presa de mis colmillos:
atraganto con mi rauda boca,
el rencor las palabras hiere, y las devora,
mis manos, nudos de roca
y el viaje en las venas, postre mortal.

En desvencijado camastro y con el dolor
de aguijones en el camino,
el orgullo se desmorona;
tampoco importa si a un paso de la fosa,
igual que una tarde, sin noche y sin sol,
solamente larga y sola, nada me levanta.
Sólo el reencuentro con el Señor,
Él es mi esperanza, mi salvación su amor.

domingo, 1 de julio de 2012

La maldad se pasea como el viento

Gustavo Salazar A


Con un soplo creas el universo, Padre.
Es la derrama de tu amor
al darle vida a los corazones
y la Tierra al hombre,
agradable a tus ojos sea
el disfrute de esos dones.

En alabanza y gloria a ti,
de tus siervos la deshonra;
en la custodia de los semejantes,
diez atrás y uno adelante los pasos,
y a la Creación de tu obra
treinta monedas en daño incesante.
Sucias las aguas, de humos los aires,
árida la tierra y a bosques la muerte,
y en casas y ciudades el llanto no calla.
La maldad se pasea como el viento;
la corrupción reina sana y fuerte.

Ser infiel a Dios es pan de cada rato,
y vana la ilusión de negar su presencia
en palacios y de frío y hambre el cuarto.
Sus manos abrasan la desobediencia,
a veces tarde, pero nunca acaso.

Egoísmo, ambición y arrogancia
tras la rapiña ufanas andan
como pase a trono inmortal.
Con heces y sangre, reyes y dioses
edifican su imperio de metal
con sacrificios y cantos a Caco.
Abotagada de tropelías y oropel,
la inmundicia se escurre
como tinta en el papel
y se presume como diaria hazaña.