viernes, 8 de enero de 2010

Complaciente

Gustavo Salazar A

Y allí estaba ella
en el prado de la madrugada de mar,
de pie, paciente, presuntuosa de sus formas.
Sus ojos transpiraban triunfo,
su rostro nácar y su sonrisa cautivadora
la develan insaciable devoradora
de suculento bocado hambrienta.

El cabello como caricia le caía en la espalda,
como falda en las vastas caderas
que encantan y turban el aliento
cuando cae la mirada en esa sedosa carnada,
fresca y complaciente abruma la entrega.

Y estaba allí, erguida, con la brisa
que en sus pechos se mece y merece.
Noche de farra, de olas que arrullan cálidas
peñas y como rompeolas la suave montaña.
Tu presa se siente halagada tras largos años
tus manos en otras pieles,
hoy de gozo en las tuyas son las suyas.

Saborea despacio la fruta carnosa que reanima
los años. La pulpa palpa, la mordisquea,
la digiere, la atenaza contra su pecho
y en zona sagrada la mano descansa.
Silente pide que dure el amor contenido
al escrutinio inmisericorde del alba.

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