miércoles, 14 de julio de 2010

La Malinche

Gustavo Salazar A

Una tarde de sol intruso,
furiosa por la embestida
de los olores más baratos,
procaz gala con sus arrebatos
como cada día
al espejo fulmina
por su máscara falaz y divina,
y huye de mi lado tras
otra ávida y triste carnada.

Porta la blusa roja
de domingos y fiestas el hastío;
la bolsa de piel ajada y blanca,
columpio en su mano es,
la de lona, en la espalda,
y con un mirar como beso
que remuele el alma, me escupe
somnolienta la viperina
un deseo: “te vas a la chingada”.

El son sensual de sus tacones
marca de esas caderas de quiero
el oscilar que la sangre alborota;
la boquiabierta acera clama
martirio en esa boca, vencer,
ser inmortal en fuego eterno.

Gana la calle, cruza la avenida
y entre vehículos y follaje
pierdo a mi Malinche
en una tarde que trepa otra rama
de su inmenso árbol triste.

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