domingo, 23 de octubre de 2011

Doña Kata

Gustavo Salazar A

Doña Kata Clismos es muy ducha
con la viperina de setenta filos,
con ganas de pulir el brillo
honras disuelven veneno por kilos
sus verdes colmillos,
la nutre su delirio como drenaje
de colonias y mercado al Huacapa el viaje,
pastel de su mortífera elocuencia;
pero en casa tiene la revuelta,
el nieto a la abuela Kata advierte
colocándole un dedo en la frente:
en tiritas de la raza el llanto,
por mañas y tacañas, la sentencia.

Como Kata conoce lo agrio de su gente,
hierba que la maleza escarnece,
se turba un segundo, pero aviva el fuego;
cree que el cielo no escucha
la espada que mata en el vuelo,
goza la espina que seca el alma,
saliva que fulmina, entume su beso
con mimos y dulces,
puñal que clava cordial a tres pasos
de la agria miel con abrazos.

Se le revierte con furia la filosa,
le pica los ojos, los fríe,
un tajo los colmillos destroza,
la boca cuece, el chisme viste de luto,
como a caña el machete
esfuma el pelo ralo,
escapan gusanos cual néctar nasal,
de los senos brota el alimento
que de los bebés no fue,
hiel incandescente el torrente;
inerte queda doña Kata,
luce larga cascada de baba,
su cuerpo escupe veneno,
preludia entrada triunfal en el averno.

No hay comentarios: