miércoles, 6 de octubre de 2010

La Grilla

Gustavo Salazar A

Una larga noche
la tuya, Grilla mía.
Quieta no podías estar,
tu incesante andar sin rumbo
era tu desesperación.
Con la cabeza al cielo
y la mirada en la nada
te sentabas,
pero algo te impulsaba,
una y otra vez y otra vez
y te ponía
a deambular en el camino
que las puertas
el cielo aún no te abría.

Tus ojos blancos
se topan con la mañana,
y tu caminar
como de ebrio arrepentido
se estrella en paredes
y en muebles,
en tu destino
que grita el fin de tus
alegres días al tronar
un pulmón en fatiga.

Te tumbaste cerca de mí,
y a un estrepitoso
estornudo siguió el temblor
de tus patitas,
y ante los azorados ojos
de la Princesa, tu cachorra,
tu cuerpo se tornó ligero
como pluma, como ave,
ya con dientes, ya sin humo
tus “negros y redondos” ojitos,
y sin ronquidos rudos
y sin andar triste
presta al cielo subiste.

No hay comentarios: