viernes, 8 de julio de 2011

Orgullo de la fetidez

Gustavo Salazar A

Rostro sediento sin sed,
de corrompidos huesos espejo,
de la equidad, ¡bendito gigante!
hieres a hombres y a mujeres
con desparpajo;
igual ofendes,
poco a poco sin descanso
al santo de tu inflamada devoción,
al erario, indefenso en tus manos.

Como ave de rapiña, diestro,
ávido devoras mesas y sillas
de esos que ponen la mejilla;
sí, de esos que los de tu calaña
con gusto refunden en el agujero
porque de los inmortales
nadie les reclama,
y te encumbras en la cima
con mares de sudores ajenos,
para brillo de tu cama.

Con los que andan sus pasos en flores,
más que miel su voz y sus gestos,
más que lacayo a los lustrados pies;
desalmado con los que tilda
en silencio y a gritos de viles gatos,
sin inquietarle que su vientre
de gases y tripas y rencores,
con sonoras y largas carcajadas reviente,
que le anuncian que ha llegado el parto,
la anhelada hora de su altiva fetidez:
ríos de caca, alimento de su dotado ser.

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