domingo, 16 de mayo de 2010

Cuestion de honor

Gustavo Salazar A

Al destornillado orador,
su mano de esponja aferrada
a una copa de licor,
le cuelgan como corbata
los hilos de desmayada baba;
una mosca en ese chorro
se atasca, como si en tibia
cascada sus patas columpiara
para alcanzar las estrellas
y emprender en ese tapete de luz
el viaje más sereno y bello,
la mosca lamenta salir
del sueño y torea la pesadilla
de zafarse o morir
de una congestión ajena
de tequila, güisqui y bacardí.

Yo ni sé como llegué hasta aquí,
deplora su mala facha
ante el osado escuadrón
de letrinas y garnachas,
que acude en su auxilio
para evitarle cirrosis de muerte
en concurrido salón, de tangos
y muchos tragos, sede de vagos
con ínfulas de Bonaparte.

El orador, con el vaso en la mano
y en la mano la frente, enloquece
y a la mosca destaza de un mordisco.
Mi honor está en juego, aclara.
No permito que nadie me robe
mi más preciado tesoro,
mis hilos de plata,
y para recuperar la sangre
que ha libado de mis ojos:
¡como botana la devoro!

No hay comentarios: