jueves, 24 de junio de 2010

El cielo en la tierra

Gustavo Salazar A

Corre mi árida mano
entre sus cordilleras
que en pliegues como pie
enmarañado sus pasos vigila,
saborea despacio de la pantorrilla
el deleite hasta la rodilla,
la acaricia con besos sin premura,
con finos mordiscos rinde gloria
a los muslos que al tacto embriaga;
es de mimos el habla muda.

La mano se afana en escalar
la pronunciada cadera
y reposar en la timidez de cintura,
golosa la estruja en la conquista
de las hurañas montañas
y las almas crepitan
al penetrar en grieta de fuego;
se refresca en sus aguas y los cuerpos
en vals gozan al tener
la presencia del cielo en la tierra.

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