lunes, 7 de junio de 2010

El primo juan

Gustavo Salazar A

El primo Juan
sí que sufrió
después de tanto
flotar en la borrachera,
de ser encanto
en cadena la cura,
al cabo de años lo enfrió
soberana locura.

A famélico duende,
glotón de arañas-sapo
su cóctel de sopa
a todas horas hervía;
o se reventaba con la Flaca,
su compañera fiel
en extasiado delirar
sin pausa, incesante;
o con el ángel infiel
sube y baja en su desnudez
la espaciosa cama,
besa y reza con calidez
como otrora a dama.

En tal agonía el primo
su inasible esqueleto
en mitades reparte,
entre el hospital
y su otra cárcel:
Las angustias de Marte,
su bar.

En un regalo de luz
su derrota ante el párroco
confiesa, y jura
nunca más ofender
ni siquiera con mezcal
al mero jefe del cura,
al gran vecino celestial.

Días después
con una constancia
en la mano, orondo
en piqueras y antros
su título presume:
bebedor de copas
de humo.

Y tartamudo, y tembleque,
con un halo del más allá
a la lectura procede:
a Satán derroté con fe.

Por la sed muy acosado
al cura solícito acude
por un permiso provisional,
y el santo padre lo exime
de caer en pecado mortal
por cien pesos el día no más.

Mi primo Juan se fue
con graves pesares
al otro mundo,
pero el que más le caló
fue el de miles de pesos
del permiso que con tres
metros de tierra cubrió.

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