sábado, 23 de abril de 2011

Oros de la desgracia

Gustavo Salazar A

De esos corazones huraños
a la sonrisa del alma,
de esos rostros festivos de males
brote la restauradora sangre
y desborde al mundo con fervor
en el servicio del otro yo,
sin importar color ni linaje,
que somos iguales ante el Señor;
de justos y pecadores es la división.

No sirvo para vivir
si por servir en codicia vivo;
no sirvo si de lágrimas ajenas
manan mis ufanas vanidades,
en otros duras penas;
las colecciono como preseas,
son el pan y sal de pobres
que arrebaté en batallas glotonas,
sin pizca de resquemores.

Que honra puede valer en mi gula
el resplandor si al olvido hiero con furia,
si obeso gasto el vientre en miserias
y lamiendo a diario me tienen
mis vanas glorias.
Y me jaco de mi gracia
cual Judas que en la cruz
cuelga al padre Jesús
por más oros de la desgracia.

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