martes, 19 de mayo de 2009

Balcón

Francisco S. González

MÉDICO de profesión, político de aflicción es don Raúl Tovar, amo de Tamarindos Imperio.

Vasto territorio que conquistó regalando plásticos, despensas y lentes made in usa, todo por un dólar, al pobrerío. Dádivas que el doctor de almas salpicaba con interminables arengas de esperanza por la redención de la raza de tamarindos. El lacrimoqueo era el colofón de tales llamados al sacrificio por la causa de tal emperador.

Hombre de acción y vasta visión –con lentes made in usa, quién no-, tiene previsto extender su pulpa hasta Curulandia, asentada en chilangochanga, antes de que cante San Pedro porque el gallo ya fue mole, pero se le presenta un gran problema: el pinchi pobrerío no tiene llenadero y las arcas y la supervivencia del imperio amenaza.
Ya no se conforman con bandejas, cubetas y jarras de plástico, tampoco quieren despensas made in China o confeti -lentes similares de contacto de color-, como antes el pobrerío por su voto.
Exigen ahora pavimentación de calles, drenaje, agua entubada, clínicas con médicos de a de veras y medicamentos, seguridad pública o lana en serio y en serie.
Enloquecieron mis súbditos, bufa el Emperador.
Está en una encrucijada mortal y conoce la ineficacia de su medicina para esa enfermedad para un hombre como él, diestro para conducir la práctica de la participación colectiva hacia la felicidad del hombre y la concordia de los pueblos. La ética y la política son mis manos, aleccionaba a su fiel escudero Sancho Transa, su alter ego, el emperador de azúcar morena.
Si desdeñaba a los pedigüeños e iniciaba su campaña de expansión hacia la enorme riqueza que ofrecía a sus ojos Curulandia, se iría al precipicio con todo y bisturí de plástico porque el pobrerío lo dejaría morir solo frente a las tribus desmembradas.
Si les cumplía sus manías por una vida con libertad e igualdad, también estaría perdido por ese derroche inútil del dinero.
No es negocio la honestidad, se rascaba la nuca al borde del llanto y del infarto imperial.
Mi futuro no será el regreso a los velorios y sepelios con discursos de levantamuertos, jura ante Hipócrates, al tiempo que se percibe en la tribuna de Curulandia con las manos en alto y la voz quebrada jurando amor y sacrificio eterno por los pobres.
Por los pobres de la familia suya, alentados por la infaltable emperatriz, que cabalga un gallardo y sumiso corcel bañado en oro de ocho quelites.

No hay comentarios: