jueves, 25 de febrero de 2010

Esa fruta

Gustavo Salazar A

Ni tierna ni madura: suculenta
esa fruta sigue muy jugosa,
es para devorarla a poquitos
y fecunde ternura golosa;
acaramelada su piel,
anticipa locura de alegría.

Ella vaga en la penumbra,
entre sombras habitan sus pasos,
en las noches besos y caricias sueña
e implora el regreso de qué años aquellos.

Despierta con la pálida luz de la mañana,
sueña que vibra con esas manos
que tibia ruta la recorre incansables
en cascadas de fantasía;
un profundo sopor la deja inerte,
la voluntad le comía.

La espantan los estragos de la vida,
contra su fina hermosura atentan
pero quiere estar linda y fresca
cuando retorne su sueño, que hace años se fue
en ese viaje tan lejos, una somnolencia
de amargura su reposado paso es.

Otros mordiscos merecen esa fruta,
que la cimbren, le den sentido a su vida, brillo
a sus ojos, brazos que ciñan nuevos delirios,
jazmines a las espinas, luz a sus grises días.

Pero su voz, su voz persiste en el silencio,
se niega a seguir la magia de la vida,
la flama del amor: privilegio de la alegría.

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