viernes, 5 de febrero de 2010

Palmera altiva

Gustavo Salazar

ACuánto diera de mí
por trepar a esa espigada,
altiva palmera, de paladear,
paleta como niño,
larga, suavemente y nutrirme
de sus generosos frutos
en una tarde de sed
hasta morir y renacer
fundidos en rojo despertar.

Cuanto diera si mi desvencijada
escalera me sube para mecerme
en ese viento,
abrasarme en sus ramas de fuego,
libar el jugo de sus dulces cocos.
Es la pena que la palmera
aunque plantarla quiera
en mi terreno, es ajena.

Doble pena si se considera,
a lo exhausto de mis fuerzas
el rechazo a mis ruegos,
de subir con la ayuda de sus ramas,
de embrujos manos, un peldaño,
sea para soñar lo negro de sus ojos,
negados para verme gozar
en su intensa mirada.

No hay comentarios: